By Magdiel Leopoldo Cen Chab | Octubre. 30, 2019 | Patrimonio
Foto: Cal química
en artesa.
Fuente:
Archivo personal del Ing. Magdiel Leopoldo Cen Chab / Trabajos de Restauración
del Arco del Puente, Mérida, Yucatán.
En el apartado de Patrimonio del Blog
Contrafuerte, nos hemos avocado a la tarea de difundir basándonos en la
experiencia de màs de dos décadas inmersos en el tema, las maneras adecuadas
para intervenir en proyectos o trabajos relacionados con esta área de la
Arquitectura e Ingeniería Civil, ha
llegado el momento de hablar de la reina de los materiales empleados en el
ámbito de la restauración patrimonial, a todo lo ancho y largo de la Republica
Mexicana y en las diversas culturas y regiones prehispánicas que la conforman.
Se trata de la Cal Viva.
Constituye la cal viva el material aglutinante presente en los
morteros y argamasas que se emplearon en las construcciones mayas y que fueron
heredadas por los constructores mestizos de la Colonia. Aquí es importante mencionar que su utilización se refiere a la parte
posterior al proceso de apagado, significando esto último que al incorporar
agua a la cal viva se obtiene pasta de cal. La manera de obtenerla nos
refiere necesariamente a la piedra caliza o calcárea, material que previamente
hemos analizado, pues se toma está cortándola directamente de la cantera por
expertos canteros o recolectándola en boles o tamaños adecuados de entre 20 0
30 cms de diámetro y se transforma en cal viva sometiéndola a un proceso de
calcinación a elevadas temperaturas en caleras que podían ser de tres tipos: a
cielo abierto, excavadas (fosos) u hornos de piedra u arcilla.
Thompson
describe la forma de hacerlo de la siguiente manera: Primero dice, se colocaban
capas sucesivas de maderas duras cortadas
a la medida adecuada formando un círculo y en posición radial, que diesen la
idea de una gran rueda con rayos muy juntos, capa tras capa hasta alcanzar unos
dos metros de altura, para luego colocar una capa de piedras calizas
fragmentadas o rotas a medidas adecuadas colocándolas al centro y en todo el perímetro; luego se encendían los hornos desde el centro
del círculo, se dejaba consumir el fuego y se dejaba apagar la cal por la
acción de las lluvias o la humedad de las noches. Aquí cabe mencionar que en mi
experiencia con la cal viva, en el proceso de apagado en tambores metálicos de
200 litros, existe un abundamiento en alto porcentaje, por lo que si no se
tiene el cuidado de prever esto, de un día para otro, el contenido de un
tambor, puede llegar a duplicarse o triplicarse derramándose en el área
circundante, por lo que se debe tener a la mano suficientes tambos e ir
dividiendo el material para no tener perdidas. Asimismo debo mencionar que el proceso de apagado de la cal viva puede
tomar un tiempo considerable en términos de programación de obra, pues mientras
más hidratada este la cal mejor será su funcionamiento estructural o mecánico
en concretos o morteros sucesivamente.
Citando al Maestro en Arquitectura Román
Kalisch, el dice que: “La palabra maya para horno de cal o calera es “chuhkab”;
el producto final de este proceso era la obtención de cal apagada o “tupán”, la
cual se podía llamar genéricamente como cal o “k´ulta´an”. La persona encargada
de hacer la cal era el “ah tooc chucab” y una vez apagada ésta, procedía a
preparar la mezcla revolviéndola con un madero o babchee.
Este maravilloso
material ya apagado, fue utilizado por los mayas en la fabricación de morteros
para las mamposterías y los acabados de pisos, muros y bóvedas. El
procedimiento de bruñir el encalado e ir cerrando las hendiduras del muro se
denomina “tzutz yultah”. Los pisos encalados y bruñidos o “bitun” se hacían
sobre los rellenos de las plataformas y edificios con espesores variables”.
Los mayas que fueron un pueblo muy
grande y sabio, manejaron con experiencia el material llevando su uso a niveles
sublimes como podemos atestiguar hoy día en los frescos de Bonampak por
ejemplo, donde se practicó la pintura mural.
Este conocimiento heredado por los
albañiles mestizos en la época colonial, fue la empleada para la construcción
de los centros históricos de nuestras ciudades y que hoy día asombran a propios
y extraños.
Entonces es válido resaltar que la pasta
de cal viva terminado el proceso de apagado constituye uno de los logros
tecnológicos más importantes y característicos de la civilización maya.
Se han hecho
estudios del material, de los morteros, mezclas y concretos mayas empleando
microscopios electrónicos de barrido (MEB), con una amplificación 250X, y ha
sido posible observar como está conformado el conglomerado de cal identificando
tres materiales: las pequeñas partículas romboidales, que fueron identificadas
como arenas calcíticas de sascab, la matriz de cal, y una sustancia
orgánica que aparece en color negro y que impregna la cal ( carbón vegetal), lo
cual confirma la descripción de la manera de obtenerla en hornos rústicos
empleando maderos para calcinar.
A partir de la información proveniente
de fuentes del siglo XVI, trabajos de etnohistoria y estudios en el
laboratorio, podemos suponer que los técnicos mayas preparaban la mezcla de cal
viva y arenas calcíticas (sascab), material que analizamos en la
anterior contribución y que equiparamos a nuestro actual polvo de piedra, en seco, lo que permitía una mejor
distribución de los sólidos inertes en la mezcla. Esto tiene sentido pues actualmente así es como se hace la “revoltura”
de la cal hidratada con el polvo de piedra.
La palabra sascab hace referencia
en maya yucateco a este fenómeno: “tierra blanca o tierra con que se fabrica la
cal”. Posteriormente, el polvo de cal y sascab era mezclado con el agua
de sancocho en la que ya se había remojado la corteza de alguno de los árboles
y que le proporciona a la mezcla excelentes prestaciones constructivas y de
trabajabilidad.
Edwin Littmann
(1960) señala que los mucílagos extraídos de la corteza de chucúm (Pithecolobium
albicans), chacté (Caesalpina platylba), chacah (Bursera simaruba)
y jabín o habín (Pescidia communis) eran utilizados en Yucatán en los
años sesenta del siglo XX, para ser mezclados con la cal y mejorar sus
propiedades de plasticidad y fraguado.
El autor realizó experimentos con las
sustancias gomosas y concluyó que solamente el chucúm tiene resultados
positivos al trabajar con la cal y cabe decir que el Chucúm ahora está muy en
boga y de moda entre los constructores y restauradores de edificios históricos
y ha trascendido al ámbito de la construcción contemporánea sobre todo en lo
que se refiere a piscinas y albercas, por su gran prestancia y belleza.
Piero Baglioni y otros han comprobado
que la goma que genera la corteza se activa al contacto con el líquido
altamente alcalino de la cal y hace posible una cristalización ordenada y en
escala de nano-cristales, lo que resulta en un cementante altamente plástico
con buenas propiedades de fraguado y muy resistente.
En anteriores
colaboraciones hemos mencionado que esas gomas en realidad son mucilagos muy
benéficos y que a ellos se debe en gran parte la durabilidad y temporalidad
proverbial de los morteros base cal que conforman nuestros edificios
prehispánicos y coloniales.
Mucho más hay que decir de la cal viva, y
aun no tocamos el tema de la cal química tan en boga hoy día, pero por cuestión
de tiempo y espacio, eso será hasta una próxima ocasión.