Foto: Sascabera
maya.
Fuente: wikipedia
En las anteriores colaboraciones para el
Blog Contrafuerte, hemos hablado de dos materiales fundamentales y sumamente
importantes para el Patrimonio edificado, a saber: La piedra caliza y La
madera. Toca el turno a un material no
menos importante y único en su tipo, al menos para la Península de Yucatán,
pudiendo encontrarse materiales con características similares a lo largo de
todo el territorio nacional, de acuerdo a cada región y tipo de geología y
suelos.
Hablamos del Sascab, también se acepta
escribirlo como Saskab, y su origen viene de la palabra maya: Sahkab, que significa tierra blanca. Este es el material por
excelencia empleado por los pueblos originarios de la península y màs allá de
ella, en los dominios
del gran pueblo maya que se extendió en un área aproximada de 350,000 km2,
comprendiendo los estados de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, y parte de Chiapas
y Tabasco, el territorio de Belice y el centro y norte de Guatemala, así como
la frontera noroccidental de Honduras. Bueno pues en toda esa amplia región, se
empleaba el Sascab para preparar mezclas para la construcción de los edificios
y caminos o calzadas llamados sacbé, que hoy admiramos.
Químicamente
hablando, se trata de una roca calcárea deleznable, disgregable al tacto o
compresión, por la que se le describe como una caliza descompuesta, brecha, o una mezcla de cal usada por los mayas. Los
yacimientos abundantes de este material en Yucatán se llaman Saskaberas, verdaderos bancos muy apreciados hoy día, sobre
todo por los ingenieros camineros, pues es excelente y superior para formar
bases y subrasantes de carreteras.
En el pasado, en la época prehispánica y
en la colonia, se utilizó como mortero en reemplazo de la cal viva o en
colaboración con la misma, ya que podía emplearse en estado natural, sin necesidad de calcinarlo
en hornos, su uso màs socorrido fue en la construcción de los caminos que unieron
a las ciudades mayas como ya he mencionado, los sacbeob (plural de sacbé).
También se empleó
mucho para fabricar cerámica pues es excelente para mezclar con arcilla (Cancáb o Kankab:
tierra roja y agua) cuando el material está finamente triturado. En esta condición se empleaba para acabados
más finos como los enlucidos, estucos o masillas que observamos en los sitios
arqueológicos y los edificios coloniales.
Estos materiales
son de una durabilidad proverbial, tan solo en el Centro histórico de Mérida
por ejemplo, se tienen edificios con màs de 479 años de antigüedad que aun
conservan la argamasa que es el mortero original a base de sascab y cal viva
(material del cual hablaremos en otra ocasión). Cabe mencionar que estos morteros no admiten el empleo de ningún
cementante o material de origen cementoso, por los efectos indeseables que su
empleo produce en los edificios patrimoniales.
La mezcla
original o el mortero original se conoce como preparado “al tercio” y significa
que por cada medida de cal viva se incorporaban tres medidas de sascab, en
términos técnicos e ingenieriles tenemos entonces una liga al 6 por 1. Así “un terciado” consistía en preparar por
ejemplo: dos latas de cal viva con seis latas de sascab, formando un mortero de
excelente maniobrabilidad y trabajabilidad.
Al decir de los
antiguos y habría que investigar al respecto, los mayas incorporaban además de
estos materiales, claras de huevos y miel de abeja melipona o “jalea real”,
formando una pasta cuyo manejo por parte del albañil maya resultaba excelente
pues las claras y la miel servían como aglutinantes y cementantes naturales,
benéficos para la legendaria durabilidad del mortero. Pero ese conocimiento
desgraciadamente se ha perdido en la noche de los tiempos y en el devenir de
las cosas. De tal manera que no hay registros de si el albañil de la colonia
seguía a pie juntillas la proporción original maya, lo cierto es que tristemente hoy día, por desconocimiento muchos
profesionales de la construcción usan inadecuadamente los morteros sustituyendo
los de base cal por los de base cemento gris, dando al traste con las características
y propiedades de la mampostería de piedra, pero ese será otro tema del que
nos ocuparemos en otra ocasión, pues mucho hay que decir en términos de
intervención patrimonial pero no se trata de hacer cansado el asunto.
Foto:
Archivo personal del Ing. Magdiel Leopoldo Cen Chab / Fracción de paramento con
mortero de Sascab y cal viva, rajueleado de teja francesa, Época colonial. / Reserva
Cuxtal, Ex Hacienda Dzoyaxché, Mérida, Yucatán.
¿Y en donde empiezan a empatar unos con otros los materiales de los que
hemos hablado?, bueno, poco a poco se van a ir enlazando, pues por ejemplo: el agua de mezcla de estos morteros
provenían de los sancochos de las cortezas de arboles endémicos, como: El
Chucúm (muy famoso hoy día entre los constructores actuales), el Pixoy, el
Pepino Cat, etc.
Resulta que los sabios constructores mayas y sus herederos mestizos de
la colonia, sabían que estos árboles soltaban con el sancocho, mucilagos que son unas especies de gomas
benéficas para el funcionamiento, adherencia y durabilidad de los morteros, con
lo cual, no es de extrañar que las mezclas duren siglos, contra lo “poco”
que duran nuestros morteros contemporáneos con base cementosa.
Tal vez en otra ocasión abundemos un poco más sobre el asunto y las
propiedades químicas y físicas del sascab, por ahora hemos sentado las bases
del conocimiento de tan importante aglomerante o árido para uso de intervención
patrimonial, y así iremos sumando y armando las piezas para entender como
intervenir de manera adecuada, edificaciones donde el cuidado en el empleo de
estos materiales es fundamental para un buen desempeño y resultado.
Hasta una próxima ocasión.